Hoy en día el azúcar está en muchos casos vilipendiado, pero se alaban las condiciones de la miel, al ser en teoría un compendio de vitaminas. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, ya que la miel sigue siendo azúcar libre.

De forma general, la miel es en un 80 % azúcar. El 40 % procede de la fructosa y un 30, aproximadamente, de la glucosa. También contiene algunos disacáridos, polisacáridos, enzimas, aminoácidos, vitaminas, minerales y antioxidantes, aunque estos últimos en una muy baja proporción.

La Organización Mundial de la Salud es muy clara respecto a su consumo: los azúcares presentes en esta sustancia son libres y, por lo tanto, recomienda que su consumo no sea habitual.

El azúcar libre es aquel que está presente en un alimento o producto, de fácil asimilación por el cuerpo. La OMS incluye en esta clasificación tanto los azúcares añadidos, como el presente de forma natural en la miel, en los jarabes, en los zumos de frutas y en los concentrados de zumos de frutas.

Esto es muy importante, porque si bien la miel contiene un azúcar naturalmente presente, se trata como libre ya que su concentración es muy alta en relación con otro tipo de componentes como la fibra.

El consumo de azúcar libre se ha asociado con distintas enfermedades, tanto a corto como a largo plazo, como la obesidad, la diabetes, enfermedades cardiovasculares o las caries. Por ello, la OMS recomienda que su aporte calórico diario no supere el 10 % del total. Pero ¿y el resto de las cualidades? de la miel se ha dicho que es un reforzador inmune, antiséptico, antibiótico, antifúngico, antioxidante que sirve para aliviar la tos.

La Asociación Española de Pediatría solo señala que la miel puede ser útil para reducir la intensidad de la tos, incluso mejor que algunos tipos de antitusígenos y antihistamínicos, pero nada se sabe del resto de cualidades, de las que no hay ningún estudio que las demuestre.