Para todos es bien conocida la importancia de la ducha diaria, bien por higiene, bien por hidratación, bien por espabilar mejor cada mañana. Esta rutina es parte de nuestra vida, pero puede que no la estemos haciendo adecuadamente.

La cuestión está en las esponjas, utilizadas por todos prácticamente pero que tienden a ser un nido de microorganismos que pueden ser perjudiciales para nuestra salud.

En concreto, las esponjas son un parque de atracciones para las bacterias, que pueden sobrevivir durante mucho tiempo en este objeto, sobremanera en dos casos: cuando no utilizamos suficiente gel o jabón para terminar con todas las bacterias de la esponja, o cuando la esponja es muy porosa o rugosa, que permite que las bacterias se “escondan” mejor.

La piel de nuestro cuerpo solo necesita a la hora de ducharnos, el agua, el jabón y nuestras manos. Y un segundo problema que trae el uso de las esponjas es que generan fricción en nuestra piel, que puede derivar en inflamación y alterando el equilibrio natural de la piel, y por tanto llevandola a una sequedad excesiva o lesiones más graves.

Además, no se nos tiene que olvidar que debido a la humedad y al tiempo que está la esponja en la ducha sin ser usada, las bacterias vuelven a crecer fácilmente en la misma.