Todas las pantallas (teléfono, tablet, ordenador) emiten luz azul, y cuando se utilizan durante la noche, en ambientes oscuros, esa luz azul modifica el ritmo circadiano. Lo que ocurre es que la luz inhibe la secreción de melatonina, la hormona del sueño, mientras aumenta la producción de cortisol, la hormona relacionada con el estrés.

Si no producimos la melatonina en la cantidad adecuada, es cuando se tiene que recurrir a suplementos para conciliar el sueño. Para evitarlo, se debería dejar el teléfono a un lado por lo menos una hora antes de irse a la cama, y así no seguir inhibiendo esa producción natural de melatonina.

Otro efecto no deseado, no tiene que ver con el sueño, sino con la adaptación del ojo al trabajo cercano que exige la pantalla. Si pasamos mucho tiempo con las pantallas y luego, intentamos enfocar de lejos, la visión se empieza a ver afectada. En ese proceso aparece además una sensación momentánea de desenfoque, porque los músculos oculares han permanecido mucho tiempo ajustados para ver de cerca.

Este esfuerzo sostenido está relacionado con el incremento reciente de casos de miopía, sobre todo en niños y adolescentes, que pasan muchas horas delante de las pantallas, cuando antes jugaban más en el exterior y la exposición al sol favorecía el desarrollo visual gracias a la producción de vitamina D.

Para disminuir esta fatiga visual, es recomendable aplicar la regla 20-20-20: cada 20 minutos con pantallas, te tomas 20 segundos para hacer una pausa mirando a 20 pies (unos 6 metros) o incluso, a cualquier punto lejano que permita que el ojo deje de sostener el esfuerzo de enfoque cercano. Para la noche, mejor actividades sin luz artificial que ayuden al cuerpo a preparar la transición hacia el descanso, por ejemplo, la lectura en papel.